Un compromiso compartido

Un compromiso compartido

Paz y Bien, queridas comunidades educativas y amigos y amigas

A punto de finalizar este “extraño” curso no quería que faltaran unas palabras plasmadas por escrito, para deciros en público lo que os hemos dicho en privado una y otra vez, desde el Equipo de Titularidad.

Permitidme que lo enmarque en una breve reflexión:
Señalaba Carolina Baron (M. Francisca) con buen tino: “Considerad la educación como una bendición de Dios, aunque exija una entrega incondicional”.

No se puede expresar de forma más clara, más concisa, más concreta. Ni más cierta. Ni desde nuestra Fundación podemos buscar mejor inspiración para entregarnos cada día a la educación de nuestros alumnos y alumnas.

La educación es una bendición del Padre, que nos quiere instrumentos suyos para formar, para educar de forma íntegra e integral, a aquello que más queremos: nuestros alumnos; vuestros hijos, los hijos de nuestras familias.

Dios ha puesto a estos chicos y chicas en manos de familia y escuela para que, juntos, logremos que aprendan a ser; que aprendan a vivir; que aprendan a convivir. Y que aprendan a servir, especialmente a servir a la fragilidad humana: porque -como nos decía la Madre Teresa de Calcuta- el que no vive para servir, no sirve para vivir.

Y en ello estamos, pidiendo a Dios ayuda para que los talentos que a cada uno nos ha dado, ofrezcan el mayor rendimiento, el mayor y mejor servicio a los demás. Y dándole las gracias por su confianza en nosotros, sus hijos; una confianza que tiene especial mérito… porque conoce nuestras limitaciones.

Sí, la educación es una bendición: y estamos, por ello, especialmente bendecidos.

Hemos de responder a esa bendición. ¿Cómo? Con una entrega incondicional, como recordaba Carolina Baron.

Sabéis que no van a faltar retos, dificultades; los hemos vivido ya con la pandemia sanitaria (frente a la que hemos respondido desde la actividad docente ofreciendo nuestra mejor versión ante el confinamiento).

Nos sentimos orgullosos de los profesionales de nuestros colegios, de nuestras familias. Mucha ha sido la implicación de unos y otras, en una experiencia única e insospechada, que surgió de pronto. Y mucha debe ser nuestra gratitud y reconocimiento.

Y la pandemia sanitaria nos ha traído, a su vez, otra muy dura: la económica, que ha afectado a nuestros colegios y a nuestras familias. La vivimos con dolor; con realidad; con conocimiento; con compromiso individualizado.

Nos sabemos, también en esto, frágiles; pero queremos vivir, responsables y esperanzados, pensando en el futuro de vuestros hijos, nuestros alumnos.

Si en este reto, su educación integral, sabemos ir del brazo, todo será menos difícil. Son tiempos complejos, sí; que exigen ser conscientes de que todos tenemos que sacar adelante un proyecto compartido, desde la cohesión y el compromiso mutuo. Habrá lluvias, vientos y tormentas; pero saldrá el sol.

En estos meses, hemos visto confirmado lo importante que es la escuela; por eso debemos cuidarla entre todos, para que siga siendo un lugar de encuentro, a donde quieran ir nuestros hijos e hijas. Como nos dice el papa Francisco: La escuela es un bien para todos y debe ser una fuente de inclusión, respeto por la diversidad y colaboración
Para ello, todos hemos de aportar lo mejor de cada cual.

Este es un proyecto de todos que quiere formar a unos hombres y mujeres -los del mañana- mejores, más preparados; honestos, solidarios y alegres; con valores; para una sociedad más justa, más igualitaria; más libre, más fraterna; más cristiana en nuestro caso: mejor.

Tenemos, para esto, una fórmula. Nos la ofreció San Francisco de Asís:
“Comienza haciendo lo necesario, después lo que es posible y, de repente, estarás haciendo lo imposible”.

Nos espera un curso 2020/21 lleno de incertidumbres. Por eso, quiero trasmitiros un mensaje de ánimo, fuerza y de valentía. Tenemos la mejor de las herramientas que podemos tener, y no son ordenadores, ni móviles… sino nuestros valores humanos y cristianos, que durante esta pandemia nos han ayudado a acrecentar nuestros lazos familiares y, en esta “nueva normalidad” que tenemos por delante, nos tienen que ayudar a vivir desde el servicio a los demás, desde una actitud de minoridad, de compromiso, de sacrificio y de alegría. La que procede de hacer, como uno mejor puede, y todos a una, aquello que Dios quiere.

José Luis Castro Rivas
Director General
Equipo de Titularidad